
Recuerdo como si fuera ayer, el día en que presioné el botón de “comprar tíquete áereo” para el vuelo de Costa Rica a Perú. Ese día le dije a mi mejor amiga: “tiquete comprado, Machu Picchu allá vamos!” .
Había escuchado sobre el famoso “mal de altura”, el cuál es la falta de adaptación de la persona a la carencia de oxígeno, debido a la altura de un lugar, sin embargo cuando se escucha la definición, no se logra dimensionar lo que esto realmente significa.
La altura de Costa Rica es de 1300 m.s.n.m., mientras que Cusco es de 3400 m.sn.m. , a pesar de haber visto el dato con anterioridad, no ví venir lo que me esperaba.
Llegando a Cusco
Por fin llegó el día! Unos días antes había estado en Lima, Ica, Islas Ballestas y todo iba bien. Muy emocionada porque ya el avión había aterrizado en Cusco, el plan; unos días en Cusco para aclimatarse y conocer la ciudad y después a Machu Picchu.
Me sorpendió que a la salida del aeropuerto de Cusco, había una gran caja con hojas de coca, con un letrero que decía “gratis, maximo 3 por persona”, tomé las hojas y empecé a masticarlas para que me ayudaran con la aclimatación.
Tenía apenas unos minutos en Cusco y me empezó a doler la cabeza 😣, caminaba 50 metros y sentía que había corrido una maratón, sentía náuseas y era solo el comienzo.
Lo peor estaba por venir
Recurrí a todos los consejos y recomendaciones; tomar té de coca, comer confites de coca, masticar hojas de coca, comer sólo sopas y cosas livianas, y tomar pastillas de “soroche” y conforme pasaban las horas me iba poniendo peor, hasta que el mal de altura atacó mi punto débil: el estómago.
Jamás había sentido una colitis tan fuerte en mi vida, al punto que me dificultaba caminar, moverme, hasta hablar, llegué a pensar que era apendicitis. Y por cierto, esto me sucedió la noche previa a Machu Picchu. Esa noche no logré dormir muy bien, por el dolor que sentía.
La dura decisión
Ya es de mañana y es hora de alistarse para tomar el automóvil que nos a llevar a Poroy, para tomar el tren hacia Machu Picchu, pero el dolor hace que no pueda levantarme de la cama. Llorando le digo a mi mejor amiga “no puedo ir a Machu Picchu, no soporto el dolor, vaya sin mí”
En ese momento no lloraba de dolor, lloraba de tristeza y frustración por estar tan cerca de cumplir un sueño y “el mal de altura” me lo estaba arrebatando. Con lágrimas en los ojos, trataba de convencer a mi mejor amiga que se fuera sola, que yo iba a estar bien.
El final feliz
Cuando ya me estaba dando por vencida, saqué fuerzas de no se donde y me dije “aunque sea a rastras voy a Machu Picchu” y así fué. Me levanté y me alisté (esta vez llorando de dolor), mi amiga me ayudó a caminar y en el trayecto hacia el tren aún iba con lágrimas en los ojos.
Así me subí al tren, pero algo bueno sucedió, conforme, el tren iba saliendo de Cusco y bajando en altura, me empecé a sentir mejor. El dolor desapareció por completo y mi visita a Machu Picchu fué inolvidable 😃. En ese momento agradecí a Dios por permitírme lograr llegar y poder disfrutar al máximo esa visita.
Ya de vuelta a Cusco, sorpresa!, el dolor apareció de nuevo, pero esta vez sonreía porque logré mi sueño a pesar de la adversidad.
La vida nos pone a veces trabas en el camino, y aunque a veces no es fácil, debemos de luchar hasta el último momento, por que cuando menos lo piensas, “el mal de altura” se quita y puedes apreciar y disfrutar eso por lo que tanto luchaste. Te imaginas como me sentiría si no hubiese hecho el esfuerzo de levantarme de la cama e ir a Machu Pichhu?
Que ningún mal de altura te quite tus fuerzas nunca!!.
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